¿Cuál es el futuro de la televisión?
1. El modelo existente de la televisión es doble o triplemente alterante. Ni siquiera deteniéndome en la televisión de señal abierta, la televisión por cable tampoco tiene ningún sentido. En algún momento del pasado, recuerdo que todo el sentido de ver la TV por cable era acceder a ciertos beneficios como programación sin cortes comerciales, o en su idioma original. Estas características son cada vez más la excepción y menos la norma, conforme los elementos más interesantes se vuelven “premium”, elementos por los que hay que pagar aún más dinero del que ya se paga. (Recuerdo que hace unos años, Cinecanal tenía tres virtudes: películas recientes, en su idioma original, sin cortes comerciales. Cinecanal hoy no tiene ninguna de estas características, que más bien ahora se consiguen con otro canal, Movie City, normalmente parte de paquetes premium.)
La calidad del servicio disminuye, y también la de la programación. De 500 canales que tiene mi paquete de cable, probablemente llego a ver unos 10, y ni siquiera todo el tiempo. La lógica de los programadores de los canales me elude por completo: parecen operar bajo la ilusión mágica de que tienen que producir contenido barato de relleno para incluir en sus pausas comerciales, y de allí el origen del “microprograma”, un segmento de dos o tres minutos para hablar de “trivia” sobre sus programas, “detrás de cámaras” de sus películas, o alguna otra trivialidad de su calibre que sea completamente gratuita e innecesaria (te estoy mirando a ti, Universal, eres particularmente desastroso en esto). Entonces, para ver un capítulo de una serie, no solamente tengo que ajustarme al horario del canal, sino que además debo aguantar los comerciales (que muchas veces no hacen sino anunciar otros capítulos de otras series), debo aguantar la sobrepromoción de la serie de turno que el programa quiera resaltar (y si necesita tanta ayuda probablemente no llegue a una segunda temporada), y tengo que soportar los microprogramas.
Y, para colmo, no solamente no tengo una serie de canales que no quiero, sino que no tengo otros que no quiero: termino complementando las horas de televisión que veo jalando livestreams directamente de la web (Cablevisión en Argentina parece considerar que CNN en Español es una buena idea – algo que no comparto pero ni por asomo, así como tampoco disfruto mucho de la señal en inglés de CNN International en Movistar TV en Perú que no transmite todos los programas de la señal de EEUU).
2. El modelo actual de la televisión es tanto más irritante porque podría ser de otra manera, y la tecnología disponible permite un modelo enormemente superior. Finalmente, cualquier canal de televisión es una señal de video, y plataformas como YouTube ya mostraron que hay maneras muy eficientes de mover video a través de Internet, incluso en alta calidad. Pero lo otro que plataformas como YouTube han hecho evidente es el contenido de un canal puedes fácilmente descomponerse en clips, en videos individuales: una serie en capítulos, una película en un sólo archivo, etc. De modo que todo ese relleno que no queremos en la señal de televisión, se vuelve doblemente indeseable cuando uno se da cuenta de que, además, el contenido podría estar presentado de otra manera.
Éste es el gran descubrimiento de plataformas como el iTunes Store que distribuye también películas y (para EEUU) capítulos y temporadas de series de televisión, o de Netflix – e incluso de Cuevana: los espectadores no quieren la señal de todo un canal, sino que quieren contenidos específicos. Y están dispuestos, incluso, a pagar por ellos. Finalmente, en muchos casos están pagando ya por señales de televisión por cable que no utilizan por completo. Esa misma inversión podría ser mucho mejor utilizada en una parrilla de contenidos y de programación armada por el propio usuario, en alta definición, de alta calidad, y sin ningún tipo de contenido de relleno que uno no quiera.
La tecnología de distribución disponible hace perfectamente realista que uno solamente pague por los canales, e incluso por los programas, que uno quiere. Las limitaciones en este caso no son técnicas, sino que son limitaciones de modelos de negocio y de marcos legales. En paralelo, los productores empiezan a descubrir también que pueden prescindir de los intermediarios de los que dependían para la distribución de sus contenidos: un productor puede realizar una serie de televisión y distribuirla directamente a través del iTunes Store, de Netflix, o incluso utilizando una herramienta como BitTorrent, y cobrar directamente a sus espectadores por el acceso al contenido. Aunque este modelo aún no ha sido probado del todo, primeros ejercicios interesantes se están dando ya con contenidos serializados directamente para la web o producidos directa y exclusivamente para Netflix.
De modo que, si todo evoluciona bien, pues quizás ya no tendré que seguir soportando microprogramas triviales, o jalando señales inestables de canales de televisión vía web – un modelo que me permita armar mi propia parrilla de programación, con series y señales de canales que me interesan streameados directamente a mis dispositivos, es un modelo por el cual estaría más que dispuesto a dejar de pagar por una señal de cable e invertir el mismo dinero en una opción más interesante.