De nuevo es culpa del café, esta vez tarde por la madrugada. Pero encontré algunos pasajes que complementan muy bien las ideas que intenté compilar hace un par de días, y brindan herramientas conceptuales que ayudan a darles un poco más de sentido. Estos pasajes son de la serie “If It Doesn’t Spread, It’s Dead“, una serie de artículos de Henry Jenkins, Xiaochang Li, Ana Domb Krauskopf y Joshua Green, que sigo recorriendo y están geniales.
Hay cosas muy buenas acá que complementan y amplían cosas que intento decir torpemente. Una de estas cosas es la importancia y la complejidad del fenómeno de la apropiación, y la idea de que usuarios de estos lenguajes – Daniel ha apuntado, me parece que con mucha razón, en un comentario al post anterior, que aquí se trata de una continuidad entre juegos del lenguaje no solamente limitados a los nuevos medios – apropian y transforman mediante su uso los mensajes que comunican. La manera como lo hacen es, en su forma más básica, la selección y discriminación de la información que escogen compartir con sus redes sociales, algo que intenté ilustrar con el ejemplo del “buen retweetero”. Me gusta, además, que siguiendo esta vía puedo llegar a otro punto interesante, que es la manera como todos somos hoy, en mayor o menor medida, una nueva forma de curadores de información.
Los consumidores en este modelo no son simplemente “huéspedes” o “vehículos” de ideas ajenas, sino promotores de base de materiales que son personal y socialmente significativos para ellos. Han filtrado el contenido que consideran tiene poca relevancia para su comunidad, mientras enfocan su atención en el material que piensan tiene una importancia especial en este nuevo contexto. La replicabilidad [spreadability] depende de aquel agente inteligente individual — la mente humana — para abrirse camino entre la maraña de una cultura hipermediada y facilitar el flujo de contenido valioso a través de un mercado fragmentado. Bajo estas condiciones, los medios que permanecen fijos en su posición y estáticos en su forma fracasan en generar suficiente interés del público y son por tanto dejados de lado en estas conversaciones en curso. [Traducción mía, de "If It Doesn't Spread, It's Dead (Part Two): Sticky and Spreadable -- Two Paradigms".]
Mi concepto de lo que es la “curaduría” se vio radicalmente transformado el día que encontré en línea una colección de links sobre un tema, con una nota al principio indicando al responsable de “curar” la colección. Y claro, tiene todo el sentido del mundo: lo que un curador hace, finalmente, es esa selección, mantenimiento y conservación de un recurso para el público. Hoy todos terminamos siendo curadores de algo, al menos potencialmente: en el caso más simple, dedicamos largas horas narcicistas a “curar” nuestra propia presencia en línea. El tiempo dedicado, por ejemplo, a mantener un perfil en Facebook es el equivalente a curar mi propia imagen pública: actos tan simples como escribir un saludo de cumpleaños en el muro de otra persona, o comentar sus fotos, mantienen vivos mis vínculos sociales con los demás y comunican, con mayor o menor consciencia, una cierta imagen y percepción de mí que quiero mostrar a los demás.
No pude ir a SXSW09 ( ) pero al menos pude recibir algunas noticias vía Twitter. Uno de los comentarios que más me llamó la atención fue uno que decía algo así como “Google no es un buscador – es una herramienta para gestionar reputaciones”. La idea del curador digital que todos llevamos dentro va también por ese lado, y que en un mundo Google curamos colecciones de información sobre los temas de nuestro interés entre los cuales suele estar, por supuesto, nosotros mismos.
Nos involucramos con estas colecciones de información, adoptamos roles de curadores y compartimos enlaces y comentamos en artículos basados en aquellas cosas que nos atañen personalmente, con las cuales nos vemos personalmente comprometidos (esta idea empieza a resonar extrañamente familiar). No podemos reducir nuestra función social a simplemente reproducir información que viene de otras fuentes, aún cuando nos veamos tentados, de entrada, a pensar que así es como parecen funcionar las cosas.
Como norma, estamos engañados cuando nos enfocamos en lo que los medios le hacen a las personas en lugar de intentar entender lo que las personas hacen con los medios y por qué. Partimos de la premisa de que los consumidores sólo contribuirán a facilitar la circulación del contenido mediático cuando sea personal y socialmente significativo para ellos, cuando les permita expresar algún aspecto de su autopercepción o les posibilite transacciones valiosas que fortalecen sus lazos sociales con otros. [Traducción mía, de "If It Doesn't Spread, It's Dead (Part Three): The Gift Economy and Commodity Culture".]
Con lo cual, entre otras cosas de las que somos curadores, es de los lazos sociales que construimos a nuestro alrededor. De una u otra manera, acumulamos un cierto “público” – lectores de mi blog, amigos en Facebook, seguidores en Twitter, suscriptores en YouTube, etc. – que han ingresado en esta red porque de una u otra manera tienen algún tipo de interés en algo que digo o hago (aunque también podría ser por compromiso). Esa dotación de confianza es algo que nos vemos en la necesidad de preservar y mantener. Es cuando rompemos esa relación de confianza que tenemos con la comunidad a nuestro alrededor que empiezan a surgir los problemas. Y la principal manera, al parecer, como mantenemos sólidos estos lazos flexibles con redes de personas a menudo conformadas por personas que no son realmente cercanas, es compartiendo con ellos cosas que nosotros consideramos relevantes e importantes.
Este compartir no es trivial, ni es una pequeñez. Es algo a lo que tuve oportunidad de acercarme en mi investigación final terminando el pregrado, y llegué a comentarlo de pasada como la relación entre las emociones y nuestras tomas de decisión, y cómo se relacionaban con el problema del exceso de información. Así en gran, gran resumen: no podemos saberlo todo, y de hecho, hay tanto por saber hoy día que ni siquiera podemos saber un buen pedazo de ese todo. Al mismo tiempo, eso no quita que nos vemos obligados a evaluar enormes cantidades de información para poder tomar decisiones. ¿Cómo hacemos? Nos distribuimos la chamba. Y puedo apoyarme en el criterio de personas en las que confío para ayudarme a seleccionar solamente aquellas cosas que son realmente relevantes de analizar para poder tomar mejores decisiones en el mundo.
De aquí se desprende una enorme responsabilidad que felizmente nos es bastante transparente, pero que enfatiza aún más el sentido en el que somos “curadores” dentro de una comunidad. Los demás están confiando en mí cuando comparto algo con ellos – un video en YouTube por ejemplo – y lo hacen porque antes han tenido motivo para hacerlo. No se trata de que cuando me equivoque, dejarán de ser mis amigos. Pero sí se trata de que mi vínculo con ellos se mantiene activo y sólido en la medida en que el intercambio se mantenga. Lo cual es una manera excesivamente complicada de decir que uno debe tratar bien y cuidar a sus amigos.